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Cultura del delito en la sociedad.

El delito, como producto de la sociedad humana ha alcanzado una notoriedad incómoda en la civilización del siglo XXI.

Difícilmente hay un país o región del mundo que escape a sus efectos cancerígenos y dañosos.

¿Qué es la cultura del delito en la sociedad?
Retomando un poco los últimos trabajos sociales que promulgan la muerte de la cultura en la sociedad moderna, hacemos notoria la cultura del delito, cuya existencia subyace en las capas más profundas de nuestra sociedad.

El delito siempre ha estado presente en las sociedades humanas, desde la primera noción de propiedad y el primer momento en que nuestro vecino decidió que quería algo que nosotros teníamos, desde la primer venganza que culminó con un crimen de sangre, desde el momento en que el intelecto humano creó el concepto de derecho y sociedad, creó como antípoda, el crimen.

El crimen es la antítesis del derecho, es la ausencia del mismo, es la negación de nuestra condición humana, el crimen deconstruye la sociedad y nos devuelve a la anarquía, al animalismo, al lado salvaje del ser humano, es la negación de la especie como tal.
Quien se coloca conscientemente la etiqueta de criminal deja en claro que no forma parte de un grupo social, que está en contra de lo que representa la justicia, las instituciones, el derecho. ¿o no es así?

¿Qué lleva a un hombre a delinquir? Lombroso decía que el criminal era un enfermo, Enrico Ferri alegaba que se trataba de cuestiones no físicas, sino psicológicas, se ha tratado de explicar a la luz del libre albedrío, de las condiciones sociales que se imponen a los individuos, sin embargo con todos los años y estudios que respaldan a la criminología, encontramos sujetos tan variados entre los criminales que es difícil encontrar o establecer un patrón.

El objetivo de este comentario no es descubrir que nos hace delinquir, si no como nuestra sociedad se ve afectada por el delito.

La cultura del delito en la sociedad abarca las condiciones que este impone a nuestro estilo de vida, la manera en que afecta nuestras actividades diarias y nuestras costumbres, como cambiamos y ajustamos estilos de vida a razón de escapar de las actividades criminales que colman nuestras ciudades.

En infinidad de encuestas se pregunta si han cambiado hábitos en razón de la ola de inseguridad y violencia que se vive en el país, muchos afirman que han dejado de salir de noche, que ya no van a lugares públicos sin compañía, que toman precauciones al conducir para observar si nadie los sigue, en los Estados del norte del país, los estilos de vida se han modificado en mayor medida, los jóvenes dejan de asistir a ciertos centros nocturnos, donde las actividades delictivas se encuentran en aumento, las personas no salen después de ciertas horas, hay colonias que se consideran “lugares peligrosos” aún y cuando de día son zonas comerciales de gran afluencia.

La cultura del delito en la sociedad es lo que nos hace comprar un candado más grande para la reja de nuestra casa, la que nos hace no bajar al cajero automático de noche, es en sí, un cerco que va cerrándose cada vez más sobre nuestras actividades, impidiendo que desarrollemos nuestras actividades normalmente.

Esta noción de que vivimos presos dentro de nuestra propia sociedad, víctimas de la delincuencia también depende de la percepción que tenemos sobre la inseguridad. Es diferente esta percepción que la realidad. En la mayoría de los casos siempre existe la percepción de que nuestra sociedad es más insegura de lo que en realidad es. Queda agradecer a los medios de comunicación que nos bombardean con temas de violencia día a día.

Sea cual sea el caso, percepción o inseguridad real, la cultura del delito modifica nuestra realidad, se vuelve parte de ella, se acomoda en nuestros conceptos de sociedad, de lo que es normal y se vuelve más peligrosa cuando comenzamos a aceptarla, a tal grado que en ocasiones se alienta a las personas a formar parte de ella. Consecuencia de este fenómeno es la facilidad que tenemos para señalar que tal o cual zona es “peligrosa” o decir “ahí asaltan” sin que tengamos necesariamente datos duros que respalden dichas afirmaciones, se manifiesta también cuando escuchamos constantemente los “narcocorridos” canciones populares que engrandecen las hazañas de los narcos y su estilo de vida.

Esta aceptación del delito dentro de nuestra sociedad favorece su crecimiento y su acomodo en nuestro día a día.

Aceptar el delito es abrir la puerta a que se cometa, es sancionar positivamente su existencia en nuestra realidad y decidirnos a convivir con ella, es estar conscientes de que a la vuelta de la esquina podemos sufrir un asalto, pero aceptamos esta realidad por que las cosas “así son”.

Esta mentalidad de aceptación debe ser sustituida por una de desprecio y rechazo hacia toda actividad del orden criminal, puesto que las mismas afectan nuestro estilo de vida.

Quien no sanciona una conducta criminal la alienta.

Es nuestro deber, como ciudadanos ejercer una cultura contra la delincuencia, no permitiendo que las personas que viven al margen de la ley formen parte de nuestros grupos sociales, denunciando, rechazando la participación en actividades ilegales.

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